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viernes, 16 de diciembre de 2011

Hasta donde tus piernas te lleven...

Anoche mi mente no estaba en paz, había quedado a las 21:00 para salir un rato y dejar atrás malos rollos, buena terapia para ello pero en el último momento se truncó la cita. Así que cambié el calzado dejando las zapatillas de montaña en el cajón y cogiendo las zapatillas de asfalto.

Salí sin rumbo, no tenía claro donde quería llegar, el motor de mis piernas no era glucosa sino una mezcla de rabia e impotencia contenida. Así que me dejé llevar, mientras pasaba por calles y parques, sin prestar mucha atención, se iban sucediendo imágenes y sonidos en mi cabeza, como flashback que vienen una y otra vez.

Los kilómetros seguían cayendo y cuando vine a darme cuenta estaba en la puerta de la universidad, pensé si continuar hasta San Vicente o bien darle la vuelta a la Uni y volver a casa. Tomé la segunda opción y continué en mi particular tormenta interna.

Poco a poco y como un bálsamo, mientras bajaba la cuesta que lleva a la plaza de España, notaba que iba recuperando de nuevo mi estado de alerta, notaba que comenzaban a pesarme algo más las piernas y el combustible que empujaba mi cuerpo iba desaperenciendo y con él las imágenes y sonidos que no me dejaban ver ni oir más allá de los semáforos.

Solo cuando llegué de nuevo a la calle donde habito y comencé a desacelerar mis pasos, me pude dar cuenta de que había estado sobre una hora y media trotando y que la voracidad de mis piernas habían dado cuenta de unos 18 Km.



1 comentario:

  1. Somos una suerte de yonkis del trote (¿el caballo?). A mí me pasa que me cambia el humor cuando me falta eso que describes. Pero has hecho lo mejor que podías hacer: Correr por correr. Cuídate amigo.

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