El pasado sábado 24 de septiembre, volví a pasar la mano por el cielo, esta vez, desde el
Parque Natural de la Serra d'Espadà hasta el Pico de Javalambre y acompañado por dos buenos amigos, Michel y Álvaro.
La noche anterior a la prueba, cenamos en el refugio de SerRa, intercambiamos impresiones y opiniones con otros corredores y dormimos en la autocaravana de Álvaro, a eso de las 3:00 A.M. y como había augurado se puso a diluviar, los truenos y el ruido del agua al caer en la autocaravana nos despertaron.
A las 6:00 A.M. sonaba el despertador, nos vestimos, preparamos las mochilas, nos calzamos los impermeables y al refugio a esperar la salida. En el refugio empezaron los nervios..., que si lo tengo todo, que si me falta algo..., el caso es que después de desayunar, hicieron la foto protocolaria y dieron la salida, todavía era de noche y tuvimos que hacer uso de los frontales.
Comenzamos de corto enfundados todavía en los chubasqueros, la temperatura era ideal, el suelo estaba mojado y el cielo amenazaba con más lluvia. Una lurga subida nos daba la bienvenida al inicio de la prueba. A los 20 minutos de ascenso, ya nos estorbaba el impermeable, así que hicimos un alto y nos despojamos de ellos. Al poco tiempo coronabamos la primera cresta, trotamos un poco y comenzó a amanecer, el lugar era espectacular.
Bajando por uno de los muchos barrancos que nos tocó afrontar, con el suelo todavía mojado pisé una piedra resbaladiza y zas!!, caí de lado clavándome un peñasco en la cadera, me asusté porque durante mucho tiempo noté el golpe en cada paso.
Primer avituallamiento, repongo barritas, bebo un poco de Aquarius, me quito las piedras de las zapatillas y a continuar, Michel comienza a notar molestias en sus talones. Nos zampamos casi todo el parque natural d'Espadà, a mediodía habíamos ascendido por la rápita con un calor sofocante, a Míchel y Álvaro les afectó un poco, y el avituallamiento de la comida ya empezaba a quedar cerca, a eso de la 13:30 nos estábamos comiendo nuestro bocata, con 28 Km, en nuestros haberes. Terminamos de comer y comenzamos a andar, Michel arregló como pudo sus talones, pero aquello ya pintaba mal. Álvaro entero, yo continuaba con ganas de más.
Pasamos la tarde disfrutando del entorno y debido a un cielo encapotado la temperatura era ideal, aunque en Higueras nos cogió el chaparrón (Km. 37), así que tuvimos que hacer uso de nuevo de los impermeables aunque duró poco. Llegamos a Pina (Km. 58), donde nos esperaba una cena en el bar del pueblo, bocata de tortilla con jamón, caldito caliente y una buena cerveza, daban un partido de fútbol y el bar estaba a rebosar.
Después de la cena y una vez preparados los cuerpos para afrontar la noche, comenzamos a dejar el pueblo por una carretera solitaria. En ese momento, me vinieron a la mente recuerdos de la familia, no se porqué, pero parecía como si hubiesen pasado 5 años desde la última vez que los ví. Así que cogí el teléfono, lo encendí y llamé a casa, el sonido después fué celestial, me reconfortó el alma más que el caldo que había tomado en la cena. Al poco tiempo dejamos el asfalto para toparnos de nuevo con una pista de tierra, unos cuantos kilómetro de pista con muy poco desnivel. Cruzamos un barranco, un río por el cual pasaba agua y comenzamos de nuevo a subir, los pies de Michel ya no iban bien, pedían descanso, pero él obstinado en su idea quería acabar, aunque aún faltaban muchos kilómetros.
Llegamos al siguiente avituallamiento, Michel decidió abandonar (Sabia decisión), su carrera había acabado hacía kilómetros, aunque su alma y mente estaban en la meta, seguir en esas condiciones hubiese sido un suicidio, yo con mis pinchazos en la rodilla izquierda decidí tomarme un nolotil con una buena dosis de cafeína y huntarme la rodilla con voltarém, Álvaro se abrigó y yo de corto decidimos emprender la marcha a por el próximo avituallamiento. Ahora tocaba de nuevo subir y subir, coronamos la sierra de la muela y continuamos por llaneando unos cuantos kilómetros. Vimos una furgoneta blanca, rodeada de perros con las luces apagadas, tanto Álvaro como yo enfocamos con los frontales pero nadie contestaba a nuestrase señales luminosas, así que continuamos (al llegar a la meta supimos que ese era el avituallamiento que nos habíamos saltado). Paramos un momento, para ponerme la camiseta de manga larga térmica los guantes, el gorro y el impermeable, el frío empezaba a molestarme.
Me encontraba bien, supongo que sería por la bajada de temperatura, pero parecía como si hubiese estado unos días sin correr y en ese momento empezase de nuevo, comencé a tirar, pero alguien me recordó que nuestras piernas llevaban unas cuantas decenas de kilómetros y que no era buena idea hacer eso, Álvaro tenía razón así que eché el freno. Comencé a notar a Álvaro un poco decaído, algunas frases que pronunciaba sabían a abandono, así que empecé a animar como pude, bajamos de nuevo y a punto de afrontar el barranco de la muerte que nos llevaría al pico de Javalambre, vi a Álvaro totalmente desorientado, no hacía caso de su GPS y solo seguía mi rastro. Hizo una parada para "cambiar el agua al canario", y yo continué, empezé a entrar dentro del barranco y lo esperé detrás de un montículo donde no el no podía verme, en ese momento sacó su GPS, encontrando el camino que lo llevaría hasta mí, parece como si se hubiese activado, había apretado de nuevo el botón on.
La entrada al barranco de la muerte, empezó a deprimirme un poco, no me gustan nada los barrancos, ir entre dos paredes me desespera y si en algún momento noté un bajón anímico quizás este fue el lugar. Aunque el track discurría por el centro del barranco, yo me empeñé en vadearlo por la ladera izquierda, sabía que el pico de Javalambre se subía por la ladera izquierda, en algún momento abandonariamos el barranco, así que me daba igual hacerlo desde abajo que por donde iba. Al poco, el sol comenzó a salir, esto me animó, por fin veiamos el pico de javalambre y encima podíamos contar 4 o5 personas esperándonos en la cima. Subimos hasta ellos, nos llevaron a un coche donde en el maletero tenían de todo, aunque ya el cuerpo pedía poco. Nos hicieron una foto al lado del vértice geodésico, y como cuando alguien se siente mal y es inevitable el vómito, a mi me sobrebinieron por primera vez las lágrimas, supongo que el cansancio, mezclado con la alegría y el sentimiento de haber hecho algo que hace un tiempo veía imposible.
Comenzamos la bajada hacia el refugio, solo faltaban 4 kilometros pero la inclinación del terreno me hacía daño en cada paso, la planta de mis pies estaban apunto de claudicar. Bajábamos por una de las pistas de esquí de la estación invernal de Javalambre siguiendo un GR. Por fin doblamos una curva y a nuestra izquierda pudimos vislumbrar el refugio, la gente empezó a salir a la puerta para recibirnos. El gran Michel salió a nuestro encuentro y ni él ni yo pudimos evitar las lágrimas, una mezcla de alegría, júbilo y euforia contenida. Todo el mundo nos daba la enhorabuena.
Gracias a todos los que nos habías dado aliento en cada paso, cada vez que Michel leía una frase en alto era como una bocanada de oxígeno.
En total fueron 107 Kms, en 26 horas aproximadamente.