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miércoles, 2 de octubre de 2013

I Ultratrail de Sierra Nevada y la magia de la montaña del Sol (Sulayr)

Mientras el autobús nos subía al Puerto de la Ragua, desde donde darían la salida oficial para la carrera de 55 km, mi pierna derecha (mi talón de aquiles) comenzaba a cobrar vida y "bailoteaba" sola, no sé si era el efecto del café que me había tomado unos instantes antes de salir, o simplemente producto de los pensamientos de lo que me venía encima. Me sentía como cuando tenía 6 años y mi madre me llevaba al primer día de cole después de estar todo el verano sin acordarme de el. 



Nada más llegar al refugio de la Ragua, a través de los cristales del autobús, podíamos ver como las copas de los árboles se agitaban y la gente abrigada presagiaban un descenso importante de las temperaturas. Bajamos todos del autobús y nos apresuramos a ponernos el cortavientos. Mientras haciamos tiempo para que dieran el pistoletazo de salida, pudimos hacernos algunas fotos. 5 minutos antes de soltarnos a todos, en manada, alguien de la organización dió una pequeña charla técnica. Decía que las lluvias de la noche anterior habían complicado los 5 primeros kilómetros, los cuales eran los más técnicos de toda la carrera y que había un paso equipado con cuerda. Al escuchar aquello, me vieneron imágenes de mi querido Maigmó, el cual tantas veces he salido a entrenar por allí. En la última ocasión, acompañado por Esteban y David, lloviznaba y lo pasé un poco mal, los resbalanos se sucedían y por un momento me negué a cruzar por la parte más alta de la cima y tuvimos que retroceder. Este recuerdo mezclado con la idea de que estábamos pisando alta montaña, hizo que por unos instantes la incertidumbre se apoderara de mí. 



 El alcalde de Abrucena dió la salida, al poco todos trotábamos, con un ritmo muy lento y conservador. Mi RaidLight de 5 litros comenzaba a dar tumbos, no estaba bien ajustada y no iba a ir toda la carrera así. Paré a Rafa y le pedí por favor que tirara de las correas para apretarla un poco más, tiró con fuerza y noté como la mochila se pegaba a mis hombros, tanto que incluso cuando respiraba notaba cierta presión en ellos. Volvimos a iniciar la marcha, por un sendero bastante estrecho que culebreaba a través de un barranco, la posibilidad de poder ganar algunas posiciones se esfumaron. La gente se paraba cada vez que había un cambio en el desnivel, así que al cabo de varios parones, bajo mi criterio, sin sentido, decidí comenzar a pasar a la gente de la mejor forma posible, sin estorbar demasiado.




 Llegamos al paso de la cuerda, realmente no hacía falta cuerda, aquello no era técnico como decía el de la organización. Pensé en nuestra querida Sierra de Bernia, sus rocas puntiagudas, sus escarpados riscos, los pasos equipados con cadenas de acero, como la gente volaba por encima de nuestras cabezas en su Km. Vertical. De todas formas, supongo que esto será relativo según la experiencia de la persona, y lo mál que lo haya pasado en este tipo de carreras.

 Una vez sorteada la cuerda, seguimos descendiendo por aquel barranco, cruzando alguna carretera hasta llegar a la primera subida. Rafa ya había quedado atrás, Jose e Iván delante de mí, después de aprox. 8 km. no había ni rastro de ellos. Comenzamos la primera subida, posiblemente la más empinada aunque no la más larga. Dejé de correr y apretando mis manos contra mis rodillas, a paso corto pero rápido, subí hasta el camino donde estaba el avituallamiento. Tres o cuatro corredores de espalda delante de mí, mientras cruzaba el camino para llegar hasta la mesa, cuando pude distinguir el cortavientos de Iván y las mallas rojas de Jose. Los llamé y se dieron la vuelta, nos saludamos, alguien apreció un hilo de sangre en mi oreja, 20 minutos antes, una zarza se enganchó en ella, y lo único que hoy fué un chasquido indoloro.



 Salimos de allí y notaba un ritmo algo más rápido que el que yo había llevado durante la carrera. Decidí aflojar un poco y lo dije en voz alta a mis nuevos dos compañeros de viaje, sabía que no debía forzar mi ritmo, sabía que esto tarde un temprano lo pagaría. Al poco dejamos la pista para volver a los bonitos paisajes de enormes pinos, alfombras de hoja debajo de nuestros pies y senderos zigzagueantes casi interminables. Km. 20 y segundo avituallamiento, catering de arroz, preparé de nuevo mi mochila para afrontar los siguientes 10 kilómetros y cuando cogí la bandeja de arroz que me tocaba, mis compis decidieron partir de nuevo. Les dije que continuaran, que me apetecía comer un poco y dejar que las piernas descansaran 5 minutos. Jose, antes de salir, preguntó en que posición íbamos, puesto que era control de dorsales en ese punto, me sorprendió que dijese que ibamos en un magnífico puesto 27. 

Al poco, decidí partir, 7 kilómetros de bonito sendero, en la parte más alta de un barranco, se oía discurrir agua, mirando hacia el fondo del barranco se podía divisar un minúsculo arroyo de agua. Poco a poco y sin darme cuenta continuaba ganando posiciones, realmente me encotraba bien y con fuerza. Alcancé a Diego, un corredor de Aguadulce (Saludos Diego si me lees), era su primer ultra y pude compartir unos kilómetros con él. Tenía las fuerzas justas y necesarias para llegar a meta, pero sobre todo mucho "coco", de eso que hace falta en este tipo de carreras y que sin ello no vas a ningún sitio, el gran motor que nos impulsa a cruzar el arco, incluso arrastrando si hace falta. 



 Me acercaba de nuevo, por segunda vez, a Jose y a Iván. En el último avituallamiento, me dejé caer con Iván, Jose quedó un poco más atrás. Iván bajaba a un ritmo imposible para mi, así que le dije que no esperase y que tirase. En la ultima parte de la carrera, cuando ya tocaba asfalto, paré, no podía correr más y menos en asfalto, era como una alfombra que frenaba mis pasos. Un chico a 100 metros de mí, llegó hasta mí gritándome, no pares ahora!!, estás a 500 metros de la meta. Pasé por su lado y le toqué la mano dándole las gracias, me dejé caer por la cuesta de la entrada del pueblo, cuando la gente empezó a aplaudir y a gritar, dejé de notar el dolor en las piernas, una sentimiento de calor me invadió, solo oía que mis pasos que se apretaban y chasqueaban con mas fuerza en el suelo. Mis dos peques (Marc y Pau), salieron de enmedio de la muchedumbre y dándome la mano, con ellos crucé la meta. Creo que no he sentido nada igual en mi vida.



Sulayr o montaña del sol, palabra con la que designaban nuestros antepasados árabes a sierra Nevada, es el nombre con el que nuestros contemporáneos han denominado a un sendero de más de 300 kilómetros, rodeando en bucle a uno de nuestros sistemas montañosos más bellos de la península, Sierra Nevada.



Gracias Jose por el material gráfico.

4 comentarios:

  1. Un deleite total, Elias! Enhorabuena.
    Pedro G. Carrasco

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  2. Joder compare, quina enveja. Apasionante.

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  3. Hola Estebán soy Ramonet. Un placer conocerte el jueves, y si no te importa me quedo por aquí y te junto a mi lista de blogs

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